Sólo la muerte nos espera.
La impaciencia nos engulle y nos espanta las ansias de algo, y decidimos no esperar.
Sólo la muerte nos espera. Paciente y certera, espinada y tranquila.
Nosotros nauseabundos vomitamos esperanzas, nos tatuamos de cotidianidad.
El sopor etílico de la muerte nos adorna el cuerpo.
Y siendo ella la constante, mi cabeza sigue fría, inmóvil, taciturna, relegada al lugar donde mi voz transpira pensamientos ágiles y conmovedores.
Nada más queda.
Blablabla.
Sth, sth.